Se podría decir que la tierra es como una cebolla, una cebolla muy grande, formada por diversas capas. La estratigrafía es la rama de la geología que estudia esas capas y definirlas, basándose en los factores que las han conformado, una de las principales tareas de los geólogos. Esas capas o divisiones pueden ser más o menos largas en el tiempo; hablaríamos entonces de eras, periodos o épocas. Y ¿dónde estamos ahora? Geológicamente hablando, nuestro tiempo se sitúa en el cenozoico, la era dominada por los mamíferos, dentro de él, el periodo sería el cuaternario, y la época correspondería al holoceno, que comprende los últimos 11.700 años, desde el fin de la última glaciación. Pero todo esto va a cambiar.
Según el profesor Alejandro Cearreta el holoceno ya es historia, y nunca mejor dicho. La época actual se definiría mejor con el nombre de antropoceno, como su etimología indica, un tiempo geológico protagonizado por el ser humano, en el cual nuestra especie se ha convertido en el principal agente de cambio ambiental.
ALEJANDRO CEARRETA, profesor de geología, UPV/EHU: Esa transformación del planeta que es evidente para todos, que estamos deteriorando los ecosistemas, transformando el planeta desde el punto de vista físico, químico e incluso biológico, porque estamos eliminando especies, transportándolas de un sitio a otro, hace que esa actuación humana tenga esa huella en los sedimentos, cosa que hasta ahora no tenía.
Alejandro Cearreta trabaja en el departamento de estratigrafía y paleontología de la Universidad del País Vasco, y es además miembro del grupo de trabajo sobre el antropoceno en la Comisión Internacional de Estratigrafía. Esta institución es la que define y denomina formalmente las capas de la “cebolla terráquea”. El grupo de Cearreta está elaborando un informe sobre si el antropoceno es un periodo que merece ser considerado oficialmente como un tiempo geológico, cuándo empieza y qué características tiene. Y para ello busca evidencias en Urdaibai.
ALEJANDRO CEARRETA, profesor de geología, UPV/EHU: Es paradójico porque curiosamente Urdaibai es uno de los sitios costeros del País vasco mejor conservado desde el punto de vista ambiental y sin embargo es justamente por eso, porque guarda un registro ordenado y completo de lo que ha ocurrido en el tiempo, por ejemplo, los últimos 500, 1000 años.
El término Antropoceno fue acuñado en el año 2000 por el premio Nobel de Química Paul Crutzen, y aunque hay quien niega de su existencia, a día de hoy el debate científico se centra más en el momento de su inicio. Desde una visión arqueológica, el antropoceno podría haber empezado hace aproximadamente 6.000 años, en el neolítico, cuando el ser humano comienza a dominar otras especies animales y vegetales y cambiar ecosistemas, por ejemplo, talando bosques para cultivar. En su definición original, el inicio del antropoceno coincidiría con la invención de la máquina de vapor y el principio de la industrialización. Pero desde un punto de vista estrictamente geológico, el ser humano comenzó a dejar su huella estratigráfica a partir de julio de 1945.
Alamo Gordo, Nuevo México, Estados Unidos. El 16 de julio de 1945, a las cinco y media de la mañana, hora local, se realiza la primera explosión atómica en la atmósfera de la historia. Nueve años y multitud de pruebas atómicas después, la huella del isótopo artificial Cs-137 se manifiesta ya a nivel global, en todo el planeta, y con la suficiente intensidad para ser detectada en los sedimentos. En las muestras recogidas en Urdaibai también hay evidencias de ello.
El registro sedimentario retiene elementos tanto de origen natural como artificial. En muestras como estas, se analizan aquellos que permitan reconstruir la huella humana. Plomo y zinc, resultado de la actividad industrial, han llegado a través del agua y del aire. Otros elementos radiactivos, como el Cs-137 o el Pb-210, este último un isotopo natural, permiten localizar en el tiempo las distintas capas. Y lo que muestran las capas, no solo de Urdaibai, sino en todo el mundo, es que el ser humano está imprimiendo una huella química evidente en los sedimentos. La escala planetaria de este rastro es otro de los argumentos a favor de la existencia del antropoceno.
Esa huella global es inequívoca a partir del año 1954.
ALEJANDRO CEARRETA, profesor de geología, UPV/EHU: En realidad es un proceso que podemos vivirlo como un continuo desde la aparición de nuestra especie en el planeta hasta la actualidad, lo que ocurre es que no es un proceso con una velocidad constante, sino que tiene saltos cualitativos. El último ocurrió en torno a 1950, después de la 2ª Guerra Mundial, lo que se conoce como la gran aceleración que es un momento en el que nuestra especie adquiere una globalización brutal y ya hay una transformación física, química y biológica del planeta muy intensa.
Pero el ser humano, además, ha dejado en los sedimentos aún más pruebas que refuerzan la existencia del antropoceno. Estas marismas de Busturia fueron en su día huertas. Hoy, la naturaleza ha recuperado su terreno, pero las capas más profundas de las muestras, más oscuras, evidencian el impacto humano.
Y los estratos dicen todavía más. La distribución de microfósiles de foraminíferos como estos en las diferentes profundidades de las muestras recogidas revelan otro tipo de huella geológica: el nivel del mar ha subido más de dos milímetros por año durante el último siglo.
ANE GARCÍA-ARTOLA, investigadora, UPV/EHU: Es una tasa promedio, claro. Nos lo dice la presencia de diversas especies de foraminíferos y a qué altura se encuentran. Su distribución cambia según la elevación, y aplicando unos modelos matemáticos y comparándolos con los datos actuales, reconstruimos la evolución del nivel del mar.
A partir de 2016, la Comisión Internacional de Estratigrafía discutirá si el término antropoceno se admite formalmente y se incluye oficialmente en las tablas geológicas. Suceda así o no, lo que está claro es que no ha habido en la historia ninguna especie con semejante poder para transformar el planeta hasta que apareció el ser humano.
ALEJANDRO CEARRETA, profesor de geología, UPV/EHU: Es evidente que nuestra especie no es una especie cualquiera en nuestro planeta. Yo creo que todos somos conscientes de que nuestra especie tiene una capacidad tecnológica para transformar el planeta y de hecho, lo estamos haciendo y además en algunos casos en sentido muy negativo para la calidad ambiental y para la supervivencia de nuestra propia especie, entonces la primera cuestión es ¿nuestra especie y la intensidad de la transformación que ejerce sobre la naturaleza es suficiente para crear un tiempo geológico? Algunos consideran que no y otros consideramos que sí.
La respuesta final tal vez haya que buscarla en el mañana, bastante más lejos que 2016. En un hipotético planeta futuro sin presencia humana, ¿podría encontrar un visitante extraterrestre pistas de una especie ya desaparecida que fue capaz de transformar el planeta hace millones de años? El registro geológico dirá que sí.